La alarma no tiene ni que sonar. Lo que abre el día en casa son las patas de Ugo. Tic, tac, tic, tac! Es hora de ir al, al, al, paaaarquee (emoji)

Ni retriever ni guardían, Ugo es un pequeño cazador, un verdadero sabueso. Si estás jugando a la pelota, basta un olor nuevo para que se olvide de la partida. Y en serio, en serio, olfatea cada centímetro de suelo con una maestría que nos confirma, además de sus orejas y sus largas horas para dormir, que tenemos un Basset Hound en casa.
Y casa.
La casa no es lo mismo sin Ugo.
Ahí donde lo ven, con los ojos dormidos, es bastante renegón. Creemos. Pero muy educado y correcto para lo que más le importa: pedir su comida y agua.
A veces el silencio en casa asusta. Y, aunque no ha sido particularmente un perro destructivo, alguna vez se ha jalado el bistec recién condimentado de la barra de la cocina. ¡Es mejor saber dónde está!

Lo curioso del chato es que es bastante amoroso. En las mañanas que salimos a pasear tenemos una rutina muy clara. Me acompaña a leer en el sofá, acurrucado en mis piernas. Ya no jala de la correa, y maneja sus comandos muy bien. Yo ando aún en mi ropa de deporte.
Me acompaña en mi primer café, mi toma de vitaminas, mi kefir, y el plátano que siempre como antes de entrenar. Es lindo abrir las mañanas así.
Nada le gusta más que estar apachurrados en cama o en el sofá. Y tiene sus horas de salida muy marcadas. Odia quedarse solo, y es bastante manso. Es querido por el equipo de recepción del edificio, y pensaría que hasta faldero, porque saluda a todos en el parque excepto al pastor alemán (que se la tiene jurada, creo que es mutuo, a ese, sólo le ladra).
Alérgico, con algunos estornudos inversos, y reservado cuando se enferma, es un súper compañero. Se porta muy bien en Zara Home, donde siempre es piropeado por la facha.
Ugobaldo es mediano, pesa sus buenos 18 kilos. Despachados en un torso muy largo. Cola arriba si todo bien, cola abajo si se asustó o piensa que vamos a salir sin él.
Enfermero absoluto, se postra en cama cuando Pablo o yo caemos de gripe o dolor de panza. No tiene prisa de ir a ningún sitio más que acompañarnos a sanar. Nos recuerda mucho la importancia del disfrute, de la no productividad. Del relajo.
Hay sus luchas también. Da bastante trabajo. Aquí no me quiero ampliar para no dejarlo mal. Pero diré que responde mejor con incentivos positivos (snacks) que con resondros.
Y la última, este invierno, le gusta andar envuelto en su manta polar. A veces no duerme hasta que lo armo como un churrito.
Lindo es el chato (:
— prw