En mi cuarto a los 25 años tenía en el techo una frase tremenda que aún me ronda la cabeza en mañanas madrugadoras: “levántate una y otra vez hasta que los corderos se conviertan en leones”.
Es casi una frase de guerra, o de resiliencia. Ligera no era. Ni es.
—
Hace unas semanas había despertado muy temprano, con ganas de comerme el mundo.
Deporte, podcast, ducha y un buen look habían armado plataforma para andar de muy buen humor. Lista para ir a lo mío con ese espíritu donde una se amplía hacia las cosas buenas que ofrece la vida.
Esta vez, con 33 años, y dos horas después de estar en mi estudio leyendo las noticias y preliminares del día, entré —como quien se mete a Farfetch a ver cosas que NO va a comprar— a explorar maestrías.
Cuando en un juego hipotético y mental llegué a la idea de estudiar “Historia de Arte y Curaduría”, decidí pensarlo nada y hacer un proceso corto.
Era probable que ni me acepten, entonces no quise ponerle mucho peso y postulé.
Cuando me pidieron una foto carnet, tomé esta foto como un selfie con mi celular.
Ese mismo día.
Otro día de corderos y leones.
Somos seres de deseo y de palabra, le escuché decir a Gabriel Rolón en uno de esos videos que mi mamá me pide que vea.
Seres de deseo, y de palabra.
Ese impulso, el de postular (realizado hoy que voy a clases de 3 horas 3 veces por semana a la PUCP), fue una intuición. Un deseo de moverme hacia una coordenada completamente nueva.
“Escapismo” dije en la entrevista de admisión.
Y es así.
Mientras escribo esto leo también esta frase de mi último viaje a Buenos Aires, cortesía de Imprenta Rescate.
El uso total de la palabra para todos.
No para que todos sean artistas,
Sino para que nadie sea esclavo.
—
Y con ese espíritu cierro esta notita antes de bucear en la lectura para mi clase de hoy.
¿Qué lindo es poner nuestros deseos en palabras no?
Ahhh… las revoluciones discretas.
Y la libertad.
— prw